¿Cómo remediar la falta de deseo sexual?

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Por mucho que quieras a pareja, hay días en los que lo último que piensas es en un encuentro amoroso. Algo normal, puesto que los niveles de libido pueden variar a lo largo de los años. Y tampoco ayuda el ritmo de vida que lleva la sociedad, el estrés, la ansiedad o incluso los posibles conflictos que pueda haber dentro de la pareja. Situaciones que llevan a no poder disfrutar de forma plena la salud sexual que, tal y como indica la Organización Mundial de la Salud, es un estado de bienestar físico, mental y social. Esa falta de ganas de tener momentos íntimos no tiene por qué ser un problema si se da de forma temporal. Ahora, si el “no” deja de ser una excepción y se convierte en la “regla” durante más de dos meses, puede influir en la relación sentimental y la calidad de vida de la persona, por lo que es necesario acudir a un especialista en busca de una solución.

La falta de apetito o también llamado “deseo sexual hipoactivo” es la ausencia o deficiencia de fantasías para realizar algún tipo de actividad sexual de forma persistente, lo que provoca malestar en la persona afectada e interfiere de forma negativa en la relación. Existen dos tipos: la primaria, donde nunca se ha sentido ese deseo, y la secundaria, en la que sí existió durante un tiempo pero éste ha desaparecido. Así, quien lo sufre no siente interés ante los actos sexuales o las demandas de su pareja, no disfruta con estos encuentros y, por tanto, suelen buscar excusas para evitarlas. Afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque bien es cierto que es más frecuente entre el sexo femenino.

Son muchos los factores que están detrás de una disminución de la libido, y pueden ser tanto físicos como psicológicos. El estado de ánimo, problemas emocionales, alguna enfermedad, variaciones hormonales como la menopausia en la mujer, estrés, ansiedad o depresión. También el consumo de determinados fármacos puede conllevar una falta de apetito sexual, así como la rutina, los conflictos laborales, el cansancio o una escasa o ninguna comunicación entre la pareja.

El síntoma más común que suele aparecer en estos casos es que la persona que lo padece muestre el mínimo o nulo interés en el sexo. Tampoco será dado a mantener relaciones íntimas, y mucho menos a proponerlas. Asimismo, evitará a toda costa cualquier situación que pueda derivar en un encuentro. Casi nunca se acostará a la vez que su pareja, inventando excusas como recoger la cocina, un trabajo urgente o un programa en la televisión. Para quien sufre la falta de deseo, la actividad sexual supone un acto desagradable o, incluso, un castigo. Y en numerosas ocasiones se sienten culpables por no poder responder como debería, lo que aumenta la ansiedad o el estrés.