Transparentes, no invisibles: El sexo en la tercera edad

Una de las cosas más lamentables del mundo en el que vivimos y que construimos juntos cada día es lo obsesionados que están los medios, encargados de representar nuestra sexualidad, con la juventud y la belleza; como si los feos y los viejos no tuviéramos relaciones sexuales o, de hacerlo, no fueran interesantes para nadie. ¿Han notado como en el 99% de las comedias románticas en las que una guapa se enfrenta a una fea la fea es, en el 99% de los casos, mucho más guapa que la media?

Y con los viejos es peor; desaparecemos por completo del género, como si fuéramos unos apestados y esto tiene sus secuelas. Nos hace pensar o peor creer que el sexo en la tercera edad está fuera de lugar, tal y como señaló un estudio británico en el que tan sólo un 2% de sus sujetos (de entre 51 y 85 años de edad) aseguraba hacer el amor a diario y un 33% por ciento una vez por semana.

El deseo sexual en la tercera edad es uno de los secretos/tabúes mejor guardados, pero aunque los años no dejan de pasar hasta que se dejan de contar, el deseo sexual, o al menos las ganas de no perderlo, ahí sigue; quizás no tan joven como el primer día, pero desde luego sí que presente.

Los prejuicios sociales y culturales, además del desconocimiento sobre la propia sexualidad, han trabajado juntos desde siempre en un claro complot contra el disfrute de nuestra sexualidad. Sólo un 68% de los hombres mayores de 50 años se siente cómodo hablando de su sexualidad con sus parejas. Y algo estaremos haciendo mal los hombres, a la hora de escuchar, cuando sólo un 38% de mujeres se sienten cómodas al hablarlo con nosotros.

La vida en común; los años juntos, pueden hacer que nuestra forma de manifestar nuestro afecto, de transmitir el cariño, de proyectar el deseo, cambie; que se vuelva más dulce o más pausada, pero la creencia popular de que el deseo sencillamente se apaga llegada una edad, es falsa. El sexo puede disfrutarse de forma sana llegada y pasada la tercera edad.

Puede que las erecciones ya no sean espontáneas; ni siquiera tan “espabiladas” como en nuestra juventud. Quizás la fantasía tenga que estar mejor entrenada y necesitemos un número mayor de estímulos; quizás nuestra eyaculación ya no sea tan abundante ni podamos hacerlo dos veces seguidas, pero “donde hay voluntad hay camino”.

Gracias a la sanidad y la promoción de la salud la gente mayor es, técnicamente, cada vez más joven. La frase “la vida empieza a los cincuenta” se convirtió en “la vida empieza a los sesenta” y quién sabe cuánto tardaremos en decir lo mismo de los setenta y los ochenta.

El mejor predictor de nuestro futura calidad de vida es, por supuesto, nuestro “libro de mantenimiento”. La calidad de vida que nos demos antes de nuestra madurez afectará no solo a nuestra probabilidad de sufrir según qué tipo de enfermedades (como la diabetes o la hipertensión) sino también en cómo este deterioro de la salud se proyectará sobre nuestra capacidad sexual.

“La vida empieza a los cincuenta”

Y de cualquier forma nada estaría del todo perdido. Igual que el deseo no desaparece de un cuerpo viejo tampoco lo hace de un cuerpo afectado por una enfermedad crónica. Recuerden, donde hay voluntad…

Las patologías crónicas, como la edad, no significan un fin sino una necesidad de compromiso. Hay que adaptarse, no renunciar al sexo.

Donde antes podíamos ser espontáneos ahora tendremos que planificar, escoger la mejor hora del día para nuestro nivel de energía, planificar la medicación para que su efecto facilite o en el peor de los casos afecte lo mínimo posible a nuestros planes.

Una persona con insuficiencia respiratoria tendrá que hacer uso de su broncodilatador antes; un paciente con cardiopatía tendrá que acomodarse en una sexualidad menos “deportiva” mientras que otro con fractura de cadera tendrá que estudiar mucho mejor sus posturas.

El sexo, sobre todo alcanzada cierta edad, va a ser mucho más que penetración y orgasmo. El sentimiento de cercanía; el conocimiento exhaustivo tanto de nuestro cuerpo como del de nuestra pareja; la técnica después de tanta práctica… Son todas ellas cosas dignas de celebración, y parte de una vivencia del sexo quizás menos abundante, pero mucho más rica.

Así que no te resignes si echas de menos el sexo. No aceptes con resignación un destino que no es necesariamente el tuyo. La transparencia; la comunicación con tu médico, no solo con tu pareja; es el paso más importante a la hora de mantener más tiempo una vida sexual saludable. No dudes en compartir con ellos lo que sientes y necesitas. Nunca es tarde si la dicha es buena.

¡Nos adaptamos a la situación!


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